El auge del consumo de cerveza artesanal sigue vigente en Argentina y particularmente en Mendoza. Y en el mismo sentido se afianza, claro está, la incipiente industria productora.

Si bien la porción de mercado que las artesanales ocupan en el universo cervecero es aún pequeño -en torno al 3%-, el crecimiento en los últimos 5 años ha sido sostenido. La curva ascendente apenas cedió un poco en los dos últimos años, en virtud de la crisis generalizada de consumo y el notable incremento de los costos. Pero pese a ello, la cerveza artesanal se consolida como una pequeña industria estabilizada, y en Mendoza como un proyecto de microeconomía regional.

La producción artesanal de la noble bebida se ha convertido en afición de muchos, atraídos por la relativa sencillez de los procesos y los satisfactorios resultados que se pueden obtener aún en las primeras etapas.

Así entonces, pulularon por todo el país las pequeñas “factorías de garage”, que con el paso del tiempo experimentaron un crecimiento que los obligó a mejorar sus procesos, incrementar la producción e incursionar en los complejos laberintos de la comercialización.

 

 

Se consolidaron en el mercado nuevas e interesantes marcas de cervezas artesanales, cuyo despacho principal fue y aún lo es, los bares y patios cerveceros.

No obstante, es creciente la preocupación de los fabricantes en resolver también el envasado o embotellado para acceder a canales de comercialización más masivos y redituables.

Como consecuencia de ese crecimiento, las pequeñas fábricas, cualquiera sea su escala, han optado por tecnificar paulatinamente su producción de manera de profesionalizarla y convertirla en sustentable. Claro está, sin perder el carácter artesanal que la define, y que fundamentalmente lo dan los ingredientes y la creatividad del fabricante.

El principal factor en esta “reconversión” lo constituyen los sucesivos tanques de acero inoxidable que intervienen en la cadena del proceso. Esta alternativa permite no sólo obtener una producción cuidada y controlada, sino poder hacer frente a los mayores volúmenes que el mercado requiere.

Lo que importa, en definitiva, es que la creatividad y el carácter artesanal del producto se complemente con una adecuada tecnificación, para satisfacer a un creciente y entusiasta público cervecero. Ese que está dispuesto a pagar un precio algo más alto para saborear y disfrutar de una cerveza artesanal de calidad esencialmente mayor a la industrial.